Rabia, la serie que no acaba de infectar

Somos muchos los que queremos que la ficción española se atreva a explorar nuevos caminos, que hasta ahora, al parecer, eran coto vedado de las series anglosajonas, como la ciencia-ficción o el terror. Somos muchos los que el año pasado, por vez primera, nos hicimos fans de un ministerio, el del tiempo claro está; o los que nos decepcionamos con Refugiados, una apuesta que prometía, prometía, pero no cumplió.

Y me ha venido esta segunda serie a la cabeza, porque después de ver tres capítulos de Rabia, empiezo a tener la misma sensación. La premisa, de fantasía o ciencia-ficción, que me ha hecho sentarme a verlas, queda difuminada en el fondo de un drama en el que solo tiene protagonismo la interacción entre los personajes. En el caso de Refugiados era una familia, cuyos miembros ocultaban partes de su pasado, mientras que en el caso de Rabia nos encontramos con un variopinto grupo de personajes encerrados en una casa.

¿Qué nos cuentan en Rabia?

Para los puristas del género zombies, decir que a priori, en Rabia, nos estaban vendiendo una serie de infectados, al menos con su vertiginoso comienzo mostrándonos un caso en un cine. No es cuestión, tal vez, de exigir rigugosidad científica a raudales, pero aquí el tema cojea desde el principio. Nos cuentan que el causante de la ¿epidemia? es un virus derivado del del rabia, de ahí el título, pero nos dicen que el origen es un tratamiento de terapia génica ilegal al que se sometieron enfermos de enfermedades como la fibrosis quística. Todo muy endeble y poco plausible, explicado de forma atropellada en plan documental en la cabecera de la serie.

Bueno, corremos un tupido velo y seguimos. Entonces se supone que luchamos contra una enfermedad infecciosa, aunque aquí a nadie parece preocuparle el tema. ¿Es o no es infecciosa? ¿Pasa algo si te muerde un rabioso? Solo sabemos que los sometidos a la terapia tienen el virus latente en su interior, y en algunos casos, sic, la rabia se activa y en otros no.

Tenemos un reparto potente, aunque más pensado para que haya una anciana, un niño, una guapa, un macarra, un tipo nervioso e impredecible, un tipo duro pero honesto, una mujer fría… cof, cof que en que el grupo funcione como tal, encerrado en una casa. Hemos visto un solo caso de rabia, y el pobre hombre ha muerto ya, y todo bascula en torno a dinámicas de grupo más propias de la casa de Gran Hermano, que de la serie de ficción que algunos esperábamos.

Es panorama se completa con que en el exterior no pasa nada, salvo que la policía no da pie con bola. ¿Los resultados de todo esto? Que en tan solo tres capítulos ya han dilapidado la audiencia inicial de la serie, y casi casi, han arruinado las expectativas de los que les seguimos dando más oportunidades.

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