Este post fue publicado en primera instancia en el blog de Librista, comparador de e-readers, el día 23 de diciembre de 2013.
Hace ya la friolera de cinco años, una persona que escribe como los ángeles, Javier Marías, se descolgó con un artículo que solo puedo definir como triste, ya que se dedicaba a despotricar contra Internet, en general, pero eso sí, tras comentar que no sabía muy bien de que iba aquello, que el prefería su vetusta Underwood para escribir. Ya escribí en su día una especie de réplica a su speech sobre lo que el denomina la región ocultamente furibunda, y sobre nosotros, los cuatreros que pululamos por ella.
Ayer nos regaló una nueva perla cultivada, que ha llamado Las bandas de la banda ancha.
Voy a empezar por lo poquito en lo que estoy de acuerdo, porque lo hay, y me parece un tema interesante. Las operadoras de telefonía son las que día a día sacan tajada de todo el contenido que se mueve por Internet. De lo que se descarga, ya sea legal, ilegal o alegal, ya sean e-books, música o material audiovisual, pero también de todo el contenido compartido en las innumerables webs y blogs que pueblan Internet, no solo en los archivos. Y estoy convencido de que en lugar de agradecer a todos los creadores que les demos de comer, porque hoy en día las operadoras telefónicas sin Internet no son nada, probablemente están pensando en como sangrarnos por “permitirnos” difundir nuestro trabajo.
A partir de ahí Marías parece pensar que es necesario un gran gasto en banda ancha para la descarga de un e-book, ya que ha decidido destacar lo de banda ancha ya desde el titular. Sospecho que a él le sigue molestando la existencia de Internet, no solo la descarga de archivos, Y también vuelve a insistir, como ya hizo Javier Bardem en su día con el cultivo de tomates, en pergeñar extrañas comparaciones para explicarnos lo que supone la mal llamada piratería. Les gusta sin duda a algunos de nuestros creadores más afamados ponerse didácticos, y comparar la compra de libros electrónicos, por ejemplo, con la venta de zapatos. Supongo que así nos va, porque pensamos que es lo mismo vender un e-book que un zapato.
Da datos interesantes Javier Marías, pero eso sí, los usa como quiere. Por ejemplo, el dato que da para echar las cuentas de la lechera: de la venta de un libro de 20 euros el percibe 2. Habría mucho que hablar sobre eso, pienso, más allá de explicarnos que si vende 10.000 libros gana 20.000 euros, que ya nos lo habíamos imaginado.
Quiero detenerme en otro dato que da. Mientras que en España cada poseedor de un lector electrónico compra 0,6 libros, ese mismo lector en Italia adquiriría 4,4 libros, y en Francia 4,6. Para él está diferencia tiene su origen en que somos mucho más ladrones que los italianos, y en que nuestro gobierno mira hacia otro lado, mientras que otros gobernantes han puesto en marcha un montón de medidas chachipirulis para detener a los bucaneros. Asumo que en España la picaresca manda, y conozco gente que nunca pagará un solo céntimo por cultura, como la conocía hace 25 años. Pero yo creo que las causas de que muchos lectores no quieran pagar por la descarga de libros son muchas, variadas, y en gran parte diferentes a las que le preocupan a Marías. Y que, aunque solo fuera en ocasiones, podría probar a mirar hacia otro lado, no solo hacia sus lectores potenciales.