Mikhail Kozlov iba a ser el decimotercer cosmonauta en ver el lado oculto de la luna. Con movimientos suaves se desplazó hacia la consola y tecleó con parsimonia su segundo informe del día. Después se dispuso a observar, simplemente a observar. Cuando tuvo ante sus ojos el Mare Ingenii comprendió que había entrado a formar parte de una hermandad depositaria de un oscuro secreto, y entendió el silencio de sus predecesores al respecto.