El ebook está acabado, las librerías tradicionales cierran, ¡hala, todos para casa!

Desconozco si lo que voy a comentar es algo propio de la cultura hispana, o si pasa en cualquier país del mundo, pero es algo que yo no acabo de entender. Por desgracia, para los que estamos interesados en «el asunto este de los libros», cada vez que abrimos el navegador nos encontramos con alguna mala noticia relativa a nuestro sector: si no son las ventas de libros electrónicos que se estancan, es esa librería mítica de toda la vida que acaba de echar el cierre.

La parte que yo no entiendo es que, si todo el mundo se dedica a lo mismo, a crear obras literarias y hacérselas llegar a la gente, por qué tengo la impresión de que unos actores esgrimen este tipo de noticias contra otros. Algunos de los que dicen amar el libro en papel al parecer se alegran si el libro electrónico no avanza con brío, y los «guruses» del cambio de paradigma parecen esperar agazapados a que cierre algún templo de la venta de libros en papel.

A mí esto me da cierta pena, porque a mí por encima de todo lo que me apasiona es leer, (y de forma secundaria escribir, y arrimar el hombro para que las editoriales vendan). Algunos adoramos los libros en papel con los que hemos crecido, y a la vez sabemos ver las ventajas que en algunos ámbitos tiene el ebook.

He hablado de sensaciones. Pero también podemos hablar de datos que por si solos, fuera de contexto o incompletos, no valen nada. A veces, cuando se habla del estancamiento en las ventas de ebooks, ni siquiera dejan claro si hablan de contenidos, o de dispositivos. Si hablamos de los lectores de tinta electrónica, lo extraño sería que un dispositivo que, bien cuidado, tiene una vida útil muy larga, cuyo comprador potencial es un gran-lector, y que no puede competir de tú a tú con dispositivos multimedia, siguiera aumentando sus ventas de forma exponencial.

Y si hablamos de contenidos, de su venta, sí que tenemos un problema, está claro, pero el listado de sus causas se me antoja largo, variado, y complejo. Aunque yo haría dos incisos: decir que se editan menos libros electrónicos, y fijarse únicamente en el dato del ISBN, empieza a ser peligrosamente inexacto, ya que gran parte de la autopublicación prescinde de esta herramienta. El segundo inciso es que podemos hablar de poca venta de contenidos, pero el que diga que el libro electrónico está acabado, que monte en el metro y mire a su alrededor.

La otra cara de la moneda. El libro en papel, estoy convencido, tiene por delante una vida muy larga. Las librerías deberían ser una apuesta de cualquier amante de la lectura, y precisamente hay gente que publica en digital, pero no está dando la espalda a las librerías, todo lo contrario. Algunos se apresuraron a decir que el libro de toda la vida iba a pasar a la historia, cuando la realidad es que, en su sencillez, es un objeto maravilloso, que nos acompañará mucho tiempo aún.

Algunos pensamos, aunque me empieza a preocupar que seamos pocos, que lo que hay que hacer es publicar buenos libros, y después hacérselos llegar a cada lector en el formato que demande, ya sea papel o digital. Y que probablemente cada historia acabe funcionando mejor en un soporte u otro, y que algunas de ellas darán el salto al audiolibro, a una aplicación enriquecida con otros contenidos, o a una nueva edición en papel más cuidada. ¿Por qué nos gusta poner puertas al campo? Y lo que es peor, ¿por qué a veces me da la impresión de que nos alegramos si alguien se cae y no se puede levantar?

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